Las fibras de la sostenibilidad
En cinco años de compras, un capazo de palmito supone el ahorro de 1.560 bolsas de plástico, con lo que nos hace menos dependientes del petróleo y nos permite ayudar al Sur en su desarrollo. Texto: Esther Mira y Helena Migueiz
Más de 9.000 paneles de mimbre recubrirán el pabellón español de la próxima Exposición Universal que se celebrará en 2010 en Shangai. Es un ejemplo más del redescubrimiento de unas materias primeras que nos han acompañado desde los albores de la humanidad.
Los diseñadores del conocido como Pabellón-Cesto, Enric Miralles y Benedetta Tagliabue, escogieron el mimbre por su sostenibilidad y para reivindicar una de las tradiciones más antiguas tanto de Oriente como de Occidente, la cestería.
Existe muy poca conciencia, salvo en los vegetarianos, de la importancia de las plantas en nuestra vida cotidiana, pero en el pasado nuestra dependencia de ellas era absoluta. Sin el mimbre no habría existido la cestería, sin el algodón no habría habido Revolución Industrial y sin las cuerdas de cáñamo no habría sido posible la navegación y el primer transporte mundial de mercancías.
Las fibras sintéticas han acabado sustituyendo a la mayoría de ellas en las sociedades desarrolladas; sin embargo, en muchos países del mundo, las fibras vegetales siguen dando sustento a millones de personas. Por estas y otras muchas razones, 2009 fue el Año Internacional de las Fibras Naturales y, para su conmemoración, en esos 12 meses se persiguieron dos grandes objetivos: impulsar la renovación técnica para que la producción de las fibras naturales sea más ecológica y eficaz y promover nuevas aplicaciones que sirvan para mejorar la vida de sus productores. Pero, además, se ha intentado preservarlas frente a los peligros que amenazan su supervivencia, puesto que a la competencia de los materiales sintéticos se le han sumado las políticas comerciales injustas, las subvenciones agrícolas proteccionistas y la crisis ambiental.
Nacidas para no dejar huella
Los seres humanos hemos creado cuerdas, cestos, sacos, muebles, ropa; toda una forma de vida gracias a las fibras vegetales. Hoy seguimos fabricando con ellas cosas tan útiles como viviendas, asientos de automóvil y billetes de banco. En resumen, las viejas fibras naturales han creado una nueva moda. Sin embargo, esto puede ser una buena o una mala noticia, pues el destino de las modas es morir. Esperemos, pues, que este redescubrimiento suponga una nueva oportunidad para aprender la gran lección que estas hijas de la tierra nos han brindado siempre: crecer, prestar su mejor servicio y desaparecer sin dejar huella ni alterar el ciclo natural de la vida. Es la mejor definición de sostenibilidad que existe.
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