Voy a convertir y ampliar en dos posts una píldora que publique hace poco en el boletín de emotools porque he seguido dándole vueltas a este asunto.
Mi reflexión de hoy pretende responder a esta pregunta: ¿El artesano es siempre más ágil y más rápido que lamaquinaria industrial? ¿La “agilidad” es un atributo destacado en el artesano?
A la primera interrogante mi respuesta es “depende de para qué”, y a la segunda, pienso que la agilidad no es, honestamente, uno de los atributos que mejor definen al artesano (aunque en ciertas circunstancias pueda ser un atributo más).
El artesano tiene una mayor capacidad de reacción y adaptación a situaciones específicas pero cuando “el problema” o la necesidad es más común, más de implantación que de creación, la rapidez de la solución industrial es insuperable.
Alguno me podría decir que no hay “soluciones estándar”, que todo requiere personalización, pero ya sabemos que es una cuestión de calibrar los conceptos, y de ponderar qué pesa más. Para mí está claro que hay necesidades que están mucho más cerca de soluciones estándar que de proyectos a medida, y de esas hay muchas en el mercado de la consultoría.
Pero bueno, vuelvo a lo que venía comentando de la agilidad del artesano, para señalar que ésta podría ser una potencial “debilidad” que tendrá que superar incluso en las demandas singulares, porque un “artesano” disfruta tanto con lo que hace, le da tantas vueltas y es tan perfeccionista (en ello insiste mucho Richard Sennett en su libro) que corre el riesgo de terminar penalizando los plazos de entrega.
Ciertamente, el juego de palabras “artesano ágil” a mí me suena, como mínimo, paradójica.
Es posible que haya muchas maneras de hacer artesanía. No me gustaría caer en el error de describir el artesano como alguien-que-hace-todo-bien-en-todas-las-circunstancias. Es mejor para unas cosas que para otras, y no todos los “artesanos” son iguales.
Por eso quiero ser prudente con esto de la “agilidad” porque puedo imaginarme a un “artesano” manoseando objetos (proyectos) con tanta pasión, y paciencia, que llegue tarde a todo. O llevando a la vez varios proyectos, varias obras creativas, y saltando de una a otra, en busca de variedad.
Esta reflexión me obliga a hacer una distinción entre el “artesano” y el “artista” que es muy importante, sobre todo cuando hablamos de actividades profesionales como la Consultoría.
Para eso apelo de nuevo al maestro Richard Sennett, cuando dice: “Elartesano está volcado hacia afuera, hacia su comunidad, mientras que el artistase vuelve hacia dentro, hacia sí mismo. (…) El arte parece llamar la atención sobre el trabajo único o, al menos, distintivo, mientras que la artesanía es una práctica más anónima, colectiva y continuada”.
El artesano, a diferencia del artista, tiene más disciplina, y vocación de servicio. Por eso pone más empeño en terminar sus obras y en cumplir plazos, algo que es tan importante en la función del consultor.
Pero aún así, y volviendo a las preguntas iniciales, es legítimo plantearse dudas como éstas:
- ¿Y los talleres de artesanos, o el artesano mismo, no corre el riesgo también de aceptar demasiados pedidos (por ambición, por pasión o por vaya usted a saber) y gestionar mal su carga de trabajo como ocurre en la consultora industrial?
- ¿Y qué pasa si tanta vocación de personalización, y esa disposición innata del artesano a sumergirse en tareas ad-hoc, terminan generando atascos y cuellos de botella que pongan en riesgo la agilidad e incluso la calidad?
Sí, por supuesto que todos estos riesgos existen, y por eso el buen artesano tiene que ser también ordenado y un buen gestor de su tiempo (o un practicante reflexivo del buen GTD, como me corregiría J.M. Bolívar).
Por todo esto afirmar, como he leído por ahí, que una consultora industrial no será nunca más ágil que un artesano o una red de artesanos me parece un error.
Lo que resta agilidad en las consultoras industriales es la burocracia y la tendencia a buscar soluciones paquetizadas porque asocian a estos productos la necesidad de reducir los altos costes de estructura que soportan. Sin embargo, también se puede perder agilidad en el mundo de la artesanía por muchas otras razones que la consultora industrial tiene mejor resueltas.
Insisto, una consultora industrial podría ser más ágil que una artesana para ciertas demandas que se solucionen mejor con “productos” ya paquetizados y rodados, y ya lo he dicho, necesidades de éstas abundan en el mercado. El Consultor Artesano gana solo cuando se necesita un alto grado de personalización. La ventaja de agilidad del artesano no es absoluta para todo.
Por otra parte, tengo claro que no es una buena opción plantearse metas industriales con maneras artesanas. Los objetivos hay que ajustarlos a la extraña cadencia del taller, y por eso opino que…
…es posible que el artesano de hoy tenga que contener un poco su espíritu de artista, su lado más anárquico, para poder refrendar ese atributo de agilidad que pretendemos asociar al oficio.
Como puedes apreciar, vuelvo a hablar de “gestión” y de la diferencia entre elartesano y el artista, que es una reflexión que merece más vueltas de tuerca, y de la que a mi juicio se ha hablado poco.
Por resumir mi tesis y decirlo de un modo más claro, creo que buena parte de nuestra viabilidad dependerá de comprender la diferencia entre funcionar como artesanos o como artistas.
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